Veamos porque me vais a volver loco porque de verdad que haciendo Excel sois buenas, pero planteando preguntas sois algo farragosas, pues tan pronto decís que la invasión era del norte y antes que los moros y ahora decís que es contra los moros en el siglo X.
Lo cual descarta a Fernando III el Santo y a Berenguer IV el Santo (1113/1114–1162).
La batalla de Alcoraz que tuvo lugar en el año 1096 en las cercanías de Huesca. El ejército aragonés, dirigido por el rey Sancho Ramírez, asediaba la ciudad desde el campamento establecido en el Castillo de Montearagón. El combate queda trabado cuando llegan las tropas musulmanas desde Zaragoza. La tradición asegura la aparición de San Jorge en el campo de batalla, ganada por los cristianos capitaneados por el rey Pedro I de Aragón, ya que Sancho Ramírez muere durante el asedio mientras inspeccionaba las murallas de Huesca. Tras la batalla de Alcoraz, y sobre todo a partir del siglo XIII, se populariza la protección de San Jorge sobre la Corona de Aragón, dando lugar a nuevas tradiciones sobre apariciones en combates.
La de Covadonga donde Pelayo refugiado en la cueva donde este el el monasterio de la virgen y dicen que este devolvía las piedras y las saetas que le arrojaban, aparte de la aparición de la cruz que el rey se apresuro a hacer una con dos palos y que al atacar con ella por delante los murió el jefe moro y los demás huyeron y es por esto por lo que el escudo de Asturias lleva una cruz.
Y en ese siglo solo nos queda En el año de 937, el rey Ramiro II de León actuó en apoyo de Aboyaia (también conocido como Abu Yahya), rey de Zaragoza, a quien el califa acusaba de traidor y culpable principal del desastre de Osma, ocurrido 3 años antes. La batalla, que tuvo lugar en la margen derecha del Pisuerga, al noreste de Simancas, fue muy violenta y se prolongó durante varios días. Las crónicas cristianas cuentan que se apareció San Millán. Y además, según cuentan las crónicas, tanto árabes como cristianas, hubo un eclipse de sol unos días antes de la batalla. Encontrándose el ejército cerca de Simancas, hubo un espantoso eclipse de sol, que en medio del día cubrió la tierra de una amarillez oscura y llenó de terror a los nuestros y a los infieles, que tampoco habían visto en su vida cosa semejante. Dos días pasaron sin que unos y otros hicieran movimiento alguno. El combate duró algunas jornadas decidiéndose del lado de los cristianos que hicieron huir a las tropas musulmanas que no pudieron tomar la fortaleza de Simancas. Después de la jornada de Simancas aconteció el desastre para los musulmanes en tierras sorianas, en lo que se denomina la jornada de Alhándega o del Barranco. En dicha jornada los musulmanes que en su retirada de Simancas habían arrasado la zona del río Aza en su camino hacia Atienza, sufrieron una emboscada en un barranco, donde fueron derrotados y puestos en fuga, consiguiendo los cristianos un gran botín. Pero me figuro que tampoco es pues el santo no estaba tampoco vivo.
O sea que ya solo parece que quede San Rosendo. Hijo de Gutier Menéndez e Ildaura Eriz. Fue la máxima figura de la familia galaica emparentada con los reyes de León desde tiempos de Ordoño II y la princesa gallega Elvira Menéndez. Como tal ejerció de árbitro político en las luchas entre Ordoño IV y Sancho I, ambos coronados en Santiago de Compostela. Los reyes galaico-leoneses le confiaron el gobierno de Galicia como representante de la corona de León en una tierra agitada por las conspiraciones nobiliarias. Lideró a la nobleza gallega y Durante su gobierno cruzaron los moros el Mondego y llegaron hasta el Miño, como una ola de sangre y de terror. Enterado nuestro héroe, les salió al paso. Y les obligó a retornar, maltrechos, a sus reales. Y también su lucha contra los normandos durante la invasión de Gunderedo del 968. Un año entero de robos, de incendios, de profanaciones, de raptos... de horror. San Rosendo, mientras reunió y armó a sus tropas, dejó que se cebara la furia y la avaricia de los invasores. Cuando vio que, cargados de despojos, intentaban embarcar para sus tierras, lanzó contra ellos al conde don Gonzalo. Y los hijos de Odín, impetuosos como su dios Thor, se encontraron con que habían agotado el furor salvaje de las valkirias y con que les arrollaba la venganza más que justa de los indígenas. Borrachos de triunfos y de botines, se habían creído inatacables. Pero la realidad fue que, en virtud de la táctica y estrategia militar de San Rosendo y del valor del conde Gonzalo, las olas vieron expirar a todos y cada uno al filo de la espada, y el mar acogió en su seno a sus naves vacías. Al día siguiente, los techos de paja de las cabañas normandas de Foz, Cervo, Villaronte y Ribadeo no echaban humo. San Rosendo, desde lo alto de la Agrela —acantilado cuyos pies lamen las olas cantábricas— respiró paz y satisfacción y agradecimiento popular. Y bendijo las aguas que tragaron a sus enemigos, y las aldeas e iglesias destruidas y a todas las familias afectadas por el horror de la invasión. Y una riada de tranquilidad y de prosperidad inundó a toda Galicia. Es ésta otra faceta de la vida de San Rosendo. La patria le arrancó de la paz de su celda. Por la patria, monje se trocó en gobernador. Y por la patria sus labios, que sabían bendecir y salmodiar, ahora dieron órdenes y refrenaron abusos; sus manos, que habían empuñado el báculo y consagrado iglesias, ahora sujetaron las riendas de un caballo de guerra y blandieron la espada. El rey Sancho I le nombró administrador de la diócesis de Iria-Santiago de Compostela, cargo que ejerció hasta el envenenamiento del rey. A partir de ese momento se retira definitivamente a su monasterio de Celanova donde permaneció hasta el final de sus días.
Hay dejo ese chorizo para que os entregáis.